miércoles, 17 de abril de 2013

Una mirada diferente de Nueva York

 


Hoy os presento una  Caperucita Roja en llave moderna: "Caperucita en Manhattan"  de Carmen Martín Gaite (1990).  
Sí la historia es siempre aquella pero actualizada y con una sorprendente descripción de los personajes siguiendo todas las caracteristicas de la fábula: Sara Allen es una niña de diez años que vive en Brooklyn. Su mayor deseo es el de ir sola a Manhattan para llevar a su abuela una tarta de fresa. La abuela de esta moderna Caperucita ha sido cantante de music-hall y se ha casado varias veces. La caperucita del cuento debe atravesar el peligroso bosque para llevar la cesta de comida a la abuelita, pero esta vez se va a enfrentar a un inmenso bosque urbano: la ciudad de Nueva York. 
El cuento tiene un lenguaje claro y sencillo porque pertenece a una lectura juvenil. Además tiene ilustraciones bonitas de la propia autora


Autorretrato de Lorca en Nueva York
Surge natural comparar la Nueva York del cuento con la de Lorca en su poema surrealista "La aurora" ( de Poeta en Nueva York).
La reacción emocional de parte del lector es completamente diferente: a la maravilla y al sentido de libertad de la nuestra Caperucita se opone la falta de libertad y de opresión del poeta. Pero  la del poema no es solo una descripción de la ciudad deshumanizada sino también exprime en primera persona  la  angustia existencial del poeta, su crisis personal que ve el amanecer como imposibilidad de realización de sus esperanzas y anhelos. 
En el dibujo, el poeta se representa de forma esquematizada, con la cara en forma de huevo y unas cejas que recuerdan a las del artista. Aparecen representados los rascacielos de Nueva York que, en lugar de ventanas, presentan números y letras del abecedario. Cuatro bestias fantásticas amenazan al poeta, seres que han sido interpretados como peligros de la sociedad moderna.

Sin embargo, tanto nuestra Caperucita moderna como nuestro gran Lorca tienen en común sueños de libertad.

GARCÍA LORCA
Poeta en Nueva York (1929-1930)
La Aurora
La aurora de Nueva York tiene
cuatro columnas de cieno
y un huracán de negras palomas
que chapotean las aguas podridas.
La aurora de Nueva York gime
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada.
La aurora llega y nadie la recibe en su boca
porque allí no hay mañana ni esperanza posible.
A veces las monedas en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados niños.
Los primeros que salen comprenden con sus huesos
que no habrá paraíso ni amores deshojados;
saben que van al cieno de números y leyes,
a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.
La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impúdico reto de ciencia sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre




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